TAILIEUCHUNG - El Hedor Y Otros Relatos De Misterio

"¡María!" grité "Criolla perezosa! ¿Dónde demonios te has metido?" Pero mis palabras resonaron solitarias por el pasillo y se ahogaron sin recibir respuesta. ¿Dónde estaba María? ¿Habría cumplido su amenaza de despedirse? Nuestra última discusión había acabado de forma terrible. Me llamó loco, dijo que estaba obsesionado. "Ninguna de mis amigas limpia tanto como yo. Usted ve suciedad donde no la hay" se atrevió a decirme. Así son las sirvientas jóvenes. | El Hedor y otros relatos de misterio Mikel Santiago Published by Mikel Santiago at Smashwords Copyright 2011 Mikel Santiago Descubre otros títulos de Mikel Santiago en http profile view mikelsantiago 1 EL HEDOR El hedor me despertó en plena noche. Invadió mis narices como un aliento tibio me provocó una pesadilla de vegetaciones muertas de pútridos animales. Abrí los ojos asqueado y observe el dosel de mi cama reconocí el baldaquino de seda con motivos dorados los tentáculos de madera carmesí. Respiré aliviado. Di gracias de haber escapado de aquel mundo de pesadilla y estar de vuelta en mi habitación. Pero el tufo omnipresente en mi sueno seguía allí. Lo tenía pegado al paladar como si hubiese comido un fruto rancio. óQué era óDe dónde venía Tanteé con mi mano en la mesilla de noche hasta dar con un vaso de agua. Bebí aclaré mi garganta y me incorporé. Miré la rosa en mi florero de cristal había muerto durante la noche y sus pétalos se esparcían lánguidamente sobre la madera oscura del mueble. El resto de la habitación era toda penumbra. Me recosté sobre los almohadones de plumas y esperé a que la pestilencia se desvaneciera. óDe qué podría tratarse Era otono. En verano solía tener algún que otro problema con las tuberías de la casa. Se elevaban pestilencias por los viejos y largos desagues y María la sirvienta aseguraba oír ratas trepar por detrás de las paredes. Pero era otono. Los árboles del jardín estaban pelados. La noche era fría polar bajo las estrellas de hielo. óDe dónde pues venía ese hedor 2 Completamente desvelado espere a que el olor remitiera pero no lo hizo. Por momentos menguaba ligeramente después crecía hasta hacerse insoportable. No. no era ningún desague estaba seguro. Era una fetidez demasiado intensa. Recordé aquel jabali que encontré una vez de nino en un bosque con las tripas reventadas por un perro perforado de gusanos. Recordé aquel terrible y pegajoso olor a muerte. Era un olor penetraba hasta la .

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